viernes, 20 de septiembre de 2013

soy de las que se lo toman en serio

Que me pongo el despertador a las 7 y me levanto a las 9, que siempre hago comida de más cuando cocino, que salgo una hora antes y llego tarde igual, que respondo neurótica e instantáneamente cada vez que me hablan, que me engancho sin querer y rápido, que vi mucho Floricienta, que el escepticismo es una reacción de miedo, que me escapo, que sigo esperando siempre algo, que corro a las paradas de colectivo todos los días y a veces no están, a veces se van, a veces me quedo sentada mirando a las personas y hacemos guerra de miradas. 
Todo se vuelve bélico. Un chico ayer me dijo que el hombre siempre quiere la guerra y yo le discutí, le dije que no. Que el mundo está peor que nunca y que vamos derecho al Apocalipsis en una década, pero que el hombre no quiere la guerra, no es como en el Siglo de Oro español. Yo hablaba de Neruda y del efecto invernadero a la vez, creo que él no entendió demasiado (y lo bien que hizo). Ahora creo que sí, que somos bélicos y que nos gusta eso de batallar contra algo siempre. Fui soldado contra mí, soy soldado contra los simplificadores ahora mismo.
Batallamos. Vamos directamente a una guerra interna, nos gustan los bandos enfrentándose: River-Boca, K - anti K, tu ex o tu chongo, Pepsi - Coca Cola, la Juntada - PO. Queremos elegir pero no queremos el costo de oportunidad, queremos saber pero no queremos leer el libro, queremos probar pero no queremos arriesgarnos. Somos en general una manga de histéricos que se pasan la vida escribiendo irónicamente en Twitter o poniendo canciones sobre nuestro estado anímico -que a nadie le interesa- en Facebook.

Hoy estoy así, entrecortada, tipo colación de media mañana, como un yogur con cereales sin azúcar. Light, desabrida. El único peso que arrastro es el de mí misma, y de que estoy sola. Pero siempre estamos solos, sólo que es gradual el nivel de insoportabilidad que toleramos de nosotros. Sin embargo, no nos queda otro remedio más que convivirnos... el problema real de hoy es: ¿Quién nos va a soportar además de nosotros mismos? ¿El gil que te gomea hace años, el novio-mártir al que le metiste los cuernos, el que conociste en la clase de francés, el amigo del amigo del amigo de, alguno de tus exs, un completo desconocido que te vas a cruzar en una noche de alcohol en Palermo?



Hoy no sé qué onda. Quizás estoy en drama-queen y ahogándome en un vaso de agua.
Siempre que llovió, paró.

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