Un remolino de cosas preciosas me arrebataban los puntos de vista que existían a mi alrededor, todo merecía mi atención, desde las impresiones, los colores, las paredes, las plantas, los momentos que pasaron que se repetían cinematográficamente en mi cabeza.
¿Cuánto podía estar ofreciéndome esa palmera a medio solear, el pasto grueso recortado y verde que ignoraba por igual pies y hormigas, el jazmín, el rosal de pimpollos recortados? Y me sentí pequeña y tonta, con unas ganas tremendas de volver 10 años atrás, o 3, cuando todo era tan natural, todo se movía de una manera tan natural que pensar que eso podía dejar de pasar era casi irreal.
Me pregunté a qué podría tenerle tanto miedo:
la ausencia
la ausencia indeleble
es casi infantil doler lo que no vuelve
que en definitiva es tiempo que se repite mentalmente
pero que no puede repetirse hoy
y vas cambiando
y vas creciendo
y ese momento ya no puede estar con vos hoy
más que como ayer
y es casi solemne cuando no es horrible
volver a la época donde pensaba que algunas personas y algunos lugares iban a estar por un tiempo lo suficientemente largo como para no tener que preocuparme para cuando se vayan.
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