lunes, 2 de septiembre de 2013

Sobre puntos seguidos y finales.

¿Cómo?
¿Cuándo?
¿Por qué?
Son algunas de las preguntas que pueden surgirnos a las 00:32 a.m de un lunes. Pero no un lunes cualquiera: un lunes después de haber abandonado la relación que hasta hace un día manteníamos.
Es difícil ver y adquirir la nueva perspectiva medio forzada medio consensuada. No más esa voz, esa mirada, esa piel, ese viaje de colectivo. No más esa manera de preparar café o de despertarse a la mañana. Nos negamos: nos aferramos con las uñas y los dientes al hilito deshilachado que nuestro amor nos ha dejado o bien por accidente o bien por lástima para que nosotros produzcamos una cantidad inmensa de fábulas y de posibles caminos de "regreso".

"¿Y ahora qué?" es la pregunta primera y más urgente. La sensación de vacío se asemeja a no haber comido nada durante una eternidad. Desesperamos, abusamos de nuestra calidad de víctimas, aguardamos señales místicas, revisamos compulsivamente el gtalk, vivimos en un loop de temas lentos como la versión en vivo de Gilmour de Wish you were here y a Elton John en Sorry seems to be the hardest word, perdemos eternidades pensando en qué y cómo y en cuándo estará haciendo en este momento, chequeamos si vio el whatsapp e inventamos posibles desarrollos ordinarios de su día de acuerdo a las observaciones, aguardamos regresos repentinos y apasionados dignos de una escena de reencuentro fílmico en el aeropuerto, e incluso acudimos indiscriminadamente a la quiromancia y al horóscopo. Es así, tal como lo ha anticipado Borges en 1964: "Ya no es mágico el mundo. Te han dejado." La rutina, y por estas alturas nuestro "todo", se ve reducido a un puñado de polvo que se va esparciendo y dispersando cada día un poco más lejos. ¿Quién se atrevería a la tarea de reunir toda esa arena en una gran piedra de nuevo?

Me pongo triste y sentimental. Quizás los extrañaremos siempre, o quizás sea lo que queremos pensar en este momento crítico para que suene menos feo.Clasifico a este tipo de eventos a través de puntos seguidos y finales. "Al menos ahora que sea punto suspensivo" y uno puede dormir en paz. Que nadie se sienta privado de consumir cuanto placebo encuentre: las mentiras blancas existen y sobre todo cuando son las que nos permiten soportarnos durante dos semanas. No importa entender cómo hace tanto esa persona era un refugio y hoy es el huracán Katrina, importa que realmente nos lo creamos y podamos desprendernos con la menor secuela posible. Lloremos, rodemos por el suelo y veamos The Notebook tres veces en un fin de semana. No se trata de elegancia, se trata de salud emocional. Eso sí: llamar, jamás. Hay que poner en práctica el refrán "El que se va sin que lo echen..." y regodearnos como cerdos en nuestra mugre-miseria de soledad para pensar que lo mejor está por venir. Y quizás, en un mundo posible... ¡Ni siquiera incluya una célula epitelial de la persona en cuestión!

Y todo esto quizás sea porque hoy iba a ser un aniversario y resulta que sólo es lunes, o porque todavía no comiste suficiente chocolate. En última instancia, Borges, whisky y a la cama:
Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Yo quiero saber...