Hay un recorte de cartulina de color rosa, o del color de
los restos del papel que nos sobran al lado mío. Pero es un papel distinto (y
yo lo creo así), porque hace una semana que adorna la mesa de luz cerca de mi
almohada, porque hace una semana una tijera le talló los bordes y los hizo
redondeados, porque hace una semana una mano agarró una tijera para cortar un
papel y hacer algo fantástico. Incluso tiene manchas brillosas de la plasticola
que accidentalmente se resbaló por un dedo descuidado o por un papel vecino que
escurrió.
Una mano agarró la tijera, la mía. Algo fantástico, un sobre
espacial para una carta que quería ser cohete y llevarlo a una estrella que ya
habíamos visitado en otro siglo que no me acuerdo si de antes o si de después.
Fue un viaje a la nostalgia. Quizás a veces realmente quiero tener un pasaje a
otro momento de otro paisaje porque queda esa sensación de que me falta algo
(como cuando pierdo un anillo o una pulsera que enroscó mi dedo o mi muñeca por
muchos años y lo busco inútilmente sobre la piel desnudada).
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